José Betancort, más conocido por el seudónimo de Ángel Guerra (1874-1950), nació en Teguise (Lanzarote) en el seno de una familia humilde de campesinos. A los siete años, su padre emigra a Uruguay y jamás regresa, lo que lleva a su madre a enviar al pequeño a Gran Canaria junto a unos familiares, para intentar darle una educación como seminarista. Su personalidad no casa con la educación religiosa, pero le permite ser profesor y mantenerse económicamente, así como escribir columnas en diferentes periódicos canarios. En 1891 publica su primera creación literaria, el poemario ‘Una hoja de mi álbum’.
En 1894, a los veinte años, conoce en Las Palmas de Gran Canaria a Benito Pérez Galdós, durante uno de los pocos viajes que hizo el escritor de vuelta a su ciudad. De este primer encuentro, el autor escribió posteriormente cómo recordaba ‘el gran placer de estrechar la mano del que era su gran maestro de las letras”. La amistad que floreció entre ellos determinaría el transcurso de su vida: dos años después, el joven José Betancort comienza a firmar como Ángel Guerra, en homenaje a la novela homónima de Galdós, en la que establece el retrato de un hombre en conflicto consigo mismo.
En 1900, animado por Galdós, Guerra hace las maletas y se traslada a Madrid. “Yo sólo ansío la gloria del arte”, declara a su círculo. Ya en la capital, y bajo el protectorado del gran autor y su familia, el joven conejero logra hacerse un hueco como periodista en la mayoría de periódicos más importantes de la España de la Restauración como ABC o La Correspondencia de España, sorprendiendo con artículos frescos y con ojos al futuro en el apático contexto del Desastre del 98. Comienza los estudios de Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Central y se introduce en los círculos literarios de la ciudad, entabla amistad con otras grandes figuras literarias como Emilia Pardo Bazán o Carmen de Burgos. Algunos lo definen como el ‘líder de la juventud intelectual canaria’. Durante estos años publica las que serán algunas de sus obras más icónicas, como ‘Al jallo’ en 1907 o ‘La lapa’ en 1908. Sus ojos siguen puestos en la vida campesina y marinera de Lanzarote, y al igual que su mentor, denuncia las malas condiciones a través del realismo.
Su figura como escritor y periodista se consolida con los años. Entre 1908 y 1910 ejerce como corresponsal en La correspondencia de España, donde comparte piso con Manuel de Falla y Luis Bonafoux. Allí, también, entablará lazos con Zuloaga, Fernando León y Castillo. En 1910 fue enviado a Lisboa, donde presenció la instauración de la Primera República Portuguesa.
Literatura y compromiso político
Tras su estancia Portugal, regresa a España y milita en el Partido Liberal, junto a Benito Pérez Galdós. En 1912, tras la aprobación de los Cabildos Insulares en Canarias, pasa a ser diputado en el Congreso a través de la circunscripción de Lanzarote. Ejerce durante once años en la Cámara Baja, hasta la dictadura de Primo de Rivera. En 1930, ya con Dámaso Berenguer, será director general de Prisiones, donde impulsará cambios de enorme trascendencia para el sistema penitenciario espacio español bajo la premisa de la cárcel como sistema de reinserción social y no un mero espacio punitivo.
En 1933, ya instaurada la II República Española, Manuel Azaña le propone ser ministro de Defensa. Él declina la opción, dado que es partidario de una monarquía parlamentaria. Su pista se pierde durante la Guerra Civil Española. Deja de escribir en la prensa, y huye, gracias a la ayuda de Juan Negrín, último presidente de la República y que había sido su alumno en Las Palmas de Gran Canaria. Regresará a España algunos años después, alejado de los círculos culturales, literarios y políticos de la dictadura. Muere en 1950.
Treinta obras de narrativa, ensayo y poesía
Escribió en más de 200 periódicos nacionales e internacionales. Es autor de una treintena de libros entre narrativa, ensayo y poesía. Hablaba varios idiomas y tradujo obra extranjera, con especial voluntad en divulgar la de las autoras. Durante su juventud, había escrito un artículo titulado ‘Polvo en el camino’, en el que describe cómo que “se ha llegado a un desprecio insostenible de la mujer, y que es víctima del castigo sistemático por parte del hombre”.
Como crítico literario se propuso estudiar la imagen de la mujer en la obra de la literatura universal, a través de obra de grandes escritoras que eran poco conocidas en España. En sus últimos relatos, los protagonistas pasan a ser mujeres. ‘Al son del remo’, de 1917 retrata a una mujer que administra los bienes de su familia de pescadores, que tras 40 años no poseen ninguna propiedad y faenan con una barca propiedad de una familia rica. Su narrativa fue una herramienta para denunciar las malas condiciones que vivían las clases humildes de Canarias. Campesinos sin tierra, pescadores sin barca.
(Fuente: Consejería de Cultura, Universidades, Ciencia e Innovación del Gobierno de Canarias)